Sumisión o muerte: el horror de las mujeres afganas que Montero compara con España
La ministra de Igualdad, Irene Montero, ha provocado la polémica tras comparar la situación de las mujeres en España y Afganistán. Según la dirigente de Podemos «todas vivimos en sociedades patriarcales». «Todas las culturas y religiones tienen formas, con diferentes niveles de dureza, de esa violencia, de oprimir a las mujeres, de disciplinar sus cuerpos», reprochó Montero, este lunes, en una entrevista radiofónica.
Una afirmación que denota el delirio ideológico de la ministra podemita y que banaliza la situación real de las mujeres en Afganistán.
El control talibán del país supone un retroceso total para las mujeres, que habrán de someterse a los extremistas. No pueden salir de casa solas, no pueden trabajar, no pueden estudiar, no pueden elegir la ropa que quieren llevar. Todo prohibición, todo una sumisión absoluta hacia el talibán.
Afganistán había logrado un gran avance en los derechos de las mujeres y ahora se perderá. Las mujeres habían logrado tener independencia, poder trabajar y formarse como médicas, enfermeras, maestras, periodistas o gobernadoras locales.
Entre 1996 y 2001, cuando gobernaron, los talibanes impusieron la ley Sharia, una interpretación estricta de la ley islámica con consecuencias especialmente graves para la vida de las mujeres y las niñas.
La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA) ha advertido de las normas que pueden imponer los talibanes tanto a los hombres como las mujeres que vivan en territorios gobernados y controlados por ellos. Incumplirlas tendría como consecuencia castigos físicos e incluso la pena de muerte. Entre las normas comunes para la población general se incluye la prohibición de escuchar música, ver películas, celebrar el año nuevo o volar cometas, considerado antiislámico. Tampoco se puede poseer literatura considerada «cuestionable» para los extremistas ni utilizar Internet.
Las prohibiciones son aún más severas en el caso de las mujeres:
No pueden trabajar.
No pueden ir a la escuela o a la universidad. Sólo a centros religiosos talibanes.
Tienen que cubrirse la cara en público.
Deben salir acompañadas de un hombre si quieren salir de casa.
No pueden asomarse a sus ventanas.
No pueden reírse en público porque los hombres no pueden escuchar sus voces.
No pueden aparecer en ningún medio de comunicación.
Son obligadas a usar un burka que cubra totalmente su cuerpo de pies a cabeza.
No pueden maquillarse ni pintarse las uñas (ha habido casos de mujeres a las que les han amputado los dedos por hacerlo).
Serán lapidadas públicamente si mantienen relaciones sexuales fuera del matrimonio.
No pueden enseñar los tobillos.
No pueden hacer deporte.
No puden usar tacones.
No pueden usar baños públicos.
En caso de rebelarse contra esas obligaciones, las mujeres serán sometidas a castigos, humillaciones, palizas públicas e incluso ejecuciones. Las acusadas de adulterio son habitualmente apedreadas, a quienes culpan de robar se les cortan las manos.
Una realidad que Irene Montero considera comparable con España. Según la ministra, «todas las culturas y sociedades tenemos mecanismos de opresión de las mujeres y todas vivimos en sociedades patriarcales».
«Y eso pasa en Afganistán, pero también en España, con unas tasas todavía intolerables de asesinatos machistas, feminicidios, tasas increíbles de violaciones y de violencias sexuales que todavía están absolutamente normalizadas…», ha descrito.